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Cecilia, La incomparable: Mi vida es canción

Si bien fue parte del fenómeno musical latinoamericano de la Nueva Ola, Cecilia es un tsunami. Hace 60 años remeció la escena musical en Chile, rompió esquemas, causó polémicas y abrió camino para todas las artistas latinas que le siguieron. Aquí, una ventana al ícono, a la artista, y a la mujer.

Texto por Equipo Ruidosa — Fotografías por Rodrigo Ferrari

 

Cecilia dice lo que piensa. Canta de comerte como un puré de papas; canta de desear y ser deseada; sobre abandono e inseguridad; de sentir celos; de sentir angustias y penas; de sentir inseguridades; de goce; de ser cómplice; de lo mundano, lo interno y lo exterior. Ella rompió con la idea y fantasía de una mujer impecable, pristina y silenciosa. Como un trueno sacudió la escena musical en Chile con su vozarrón, verdades, vivacidad y sentido del humor.

Visionaria, futurista, auténtica. La Incomparable ha llevado, de manera justa y merecida, ese nombre por casi medio siglo, derribando estereotipos, abriendo camino para las que las siguieron, y generando niveles de fanatismo nunca antes vistos en el país.

Para entender a Cecilia, hay que imaginar. Imagina que estamos en Chile en la década de los cincuenta: hay casi 6 millones de habitantes, la televisión aún no es masiva, no existen los anticonceptivos y las mujeres sólo pueden votar en elecciones presidenciales desde 1949.

Y aparece ella. Tiene 19 años, el pelo corto -cuando todas lo usan largo- y usa pantalones -cuando reinaba la falda. Viene de Tomé, comuna del sur de Chile que se desarrolló a manos de la industria textil y del puerto. Y claro, de Cecilia.

El primer instrumento

¿Cómo aprendiste a tocar guitarra?

Sola. Me van a decir ustedes: “te estás cachiporreando [alardeando]”, pero no. Es verdad. Miré el acorde de Do y luego aprendí a afinar la guitarra, se me quedó la melodía acá [apunta a su cabeza], tengo muy buen oído, eso lo puedo decir con mucho orgullo.

Era una guitarra hechiza por un amigo, que el papá tenía mueblería. ¡Era más pesada la guitarra! Me la hizo él, en la mueblería del papá. Le sacaron la cresta [le pegaron], pero igual no más me la regaló. Fue una sorpresa para mí, yo estaba feliz. Era chiquitita y me costaba afinarla porque no era un modelo muy encachado [de calidad], pero el hecho fue muy bonito de él. Y ahí aprendí. Y de ahí vino todo lo demás.

¿Cómo es para ti el proceso de componer una canción?

Mira, es innato, para mí es la vena. Cuando viene la vena, viene la composición, y tengo que estar tranquila, no inspirada, sino que me viene, empiezo a tararear, y ya, tomo la guitarra y empiezo.

¿Te viene melodía y letra o separado?

Primero es la melodía y después la letra. Así compongo, se me viene la melodía y tatatín tatatán. Luego grabo, paso al papel y escribo.

 

Y cuando el público se retira, sola uno queda

¿Cómo nació tu carrera?

Eso fue en un paseo, que hacían en sexto año de humanidades. Fue un paseo y todos teníamos que pagar una penitencia, y una amiga que sabía que yo tocaba guitarra y cantaba. Me empezaron a decir: ‘Que cante, que cante, que cante’. Me pasaron una guitarra, toqué y canté y listo. Y estaba un inspector que estaba organizando la fiesta del colegio, el carnaval que hacen todos los años. Él después logró que yo cantara en esa fiesta, con un grupo de los hermanos González, con el que luego formamos Los de Tomé.

¿Cómo fue el paso de la fiesta a una carrera solista?

Con Los de Tomé, no alcanzamos a durar. Grabamos ‘Muchacha Triste y Solitaria’ y ‘Una Muestra de Cariño’. Luego de actuar en Radio Minería, vinimos a Santiago y actuamos junto a Brenda Lee.

¿Cómo fue alcanzar tanta fama siendo tan joven?

Eso es lo que nunca me he explicado. Creo que fue la constancia, pero también la voz. Un privilegio de Dios lo que tengo y que trato de cuidarlo lo máximo, porque mi vida es la canción, estar frente a un escenario, con gente. Después cuando se retiran, una se queda sola. Me acostumbré a ese sistema.

¿Qué pasó cuando la gente te empezó a reconocer en la calle?

Primero sentí pánico. Y después no. Yo calmaba a la gente, yo calmada, pero casi me hacían pedazos. Cuando yo actuaba en un lugar cerraban las calles. Yo tenía que disfrazarme para salir, y eso fue una locura de diez años, la idolatría. Me tuve que integrar a la gente porque me estaba enfermando. Con siquiatra estuve, con sicólogo. No podía permanecer sola así sin salir a comprarme un helado por último Entonces ahí empecé a salir, y la gente me empezó a saludar, como ya yo me integré, me impuse, parece que yo emanaba esa seguridad, esa tranquilidad, y que para mí la gente me ofreció. Sin querer, me ayudó a integrarme, sin pedirle.

Beso de Taquito

Es imposible hablar de Cecilia sin su característico gesto, inspirado en la técnica futbolística. Era polémico, y considerado inapropiado para ser ejecutado por una mujer.

¿Sentiste que estabas haciendo cosas rupturistas o desafiantes para la época en que debutaste como artista?

Nunca lo pensé porque a mí nunca me ha gustado desafiar a la vida, ninguna de sus ramas. No creo en desafiar, ni a la naturaleza.

Pero hiciste muchas cosas que nunca se habían hecho.

Sí claro, el beso de taquito…

Cuando fuiste al Festival de la Canción de Viña del Mar en 1965, por ejemplo, te dijeron que no hicieras ese gesto.

Yo dije: ¿¡Por qué!? Fue un gesto de nervios. No hallaba qué hacer,porque el público me pedía que volviera Salí a cantar sólo con guitarra, porque tenía que cantar los temas que estaban pegando eran ‘Baño de Mar’, Aleluya, en ese entonces, y después ‘Como Una Ola’, el tema que gané.

¿Sentiste que al interior del mundo de la música te trataron distinto por ser mujer?

No. Me miraban mucho, pero yo no entendía. Consideraba que era tan natural cantar y lo consideraba bonito; que a veces me siguiera la gente, que les gustara, que cantaran, que se identificaran. Que muchas personas se sigan identificando hoy en día también es una satisfacción personal: haber logrado algo en la vida y aportar.

 

¿Quieres conocer más sobre ella? Te recomendamos esta Entrevista a Cecilia en revista Rincon Juvenil (1966)

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