Escrita por Francisca Valenzuela
Publicada originalmente el 8 de marzo de 2016 en La Tercera
Considerarme feminista no me ha sido complicado. Me ha dado un espacio bajo el cual tener una voz, sentirme identificada, aprender, ser escuchada y escuchar a otros. Sin embargo me encontré con que Feminismo es casi una “mala palabra”, un sinónimo de irascible, anticuada, incomprendida.
Pero la verdad es que sigue siendo una palabra relevante hoy. El feminismo es una corriente inclusiva para todas aquellas personas, que buscan romper con el código binario que rige nuestra sociedad. Pretende liberarnos del deber ser impuesto por una cultura patriarcal y busca identificar cómo la desigualdad de género o misoginia persiste en nuestra sociedad – y hacer algo al respecto.
Esta desigualdad de género estructural y sistémica, basada en conductas sexistas, estereotipos culturales y falta de presencia femenina en varios ámbitos de nuestra sociedad, también existe en el mundo de la música, tanto arriba de los escenarios, en lo musical, como abajo y detrás de él, en lo extramusical.
Es cosa de mirar algunos números. Por ejemplo, en la SCD hay más de ocho mil inscritos. Sólo 1.100 de esos inscritos son mujeres. Otro caso: en las últimas cinco ediciones del Festival de VIÑA, de un total de 73 artistas musicales que se han presentado, solo diez de ellas han sido mujeres solistas o bandas con mujeres. O los Premios Pulsar – el 2015 hubo 92 jurados en el comité de evaluación, solo 6 mujeres.
La revista norteamericana Billboard determinó que en 2014 el 6% de cargos generenciales o del área de management en la industria de la música son mujeres.
Necesitamos preguntarnos: ¿por qué sucede esto? ¿Cuáles son estas barreras de acceso? ¿Dónde comienza este problema de participación?
Bajo esa premisa nació Ruidosa. Fue un festival feminista que buscó promover y visibilizar la participación femenina en la industria musical. No sólo eso: existió una intención de celebrar la diversidad de mujeres (¡entusiasmarse con la variedad de arquetipos de mujeres!) que encabezan proyectos en el mundo de la música.
Sabíamos que Ruidosa, al ser la primera vez, era un encuentro acotado. Estamos muy consciente de que faltaron muchas mujeres de muchas otras áreas, estilos y géneros musicales.
Pero es un primer encuentro y el panorama cultural en Chile es vibrante y rico, con una variedad de mujeres cuyas historias / música / proyectos necesitamos conocer.
Así nació Ruidosa, un encuentro que quiso cruzar cultura, música, conversación y convivencia en un espacio público y colectivo al cual todos pertenecemos. Una instancia que promueve la coexistencia de relatos, y donde se nos invita a todxs a cuestionarnos el privilegio que podamos tener y a escuchar distintas perspectivas.
Ruidosa fue un festival que en el cual no corría la lógica de “ya tenemos una cantante mujer en la programación, no queremos/podemos poner otra”. Nadie dijo “eso es música de minas”, como si fuera algo malo. Porque estoy segura de que no lo es.